Mértola es una bella y pequeña ciudad, de origen milenario, donde se asentaron las civilizaciones más importantes del Mediterráneo. Mértola esta regada por su río, el Guadiana y en la confluencia de éste con el arroyo Oeiras, se creó sobre un promontorio esta ciudad, que pertenece al baixo Alentejo, en Portugal. La importancia de Mértola a lo largo de la historia está ligada a su puerto fluvial y al comercio con el Mediterráneo, a la explotación de minerales y a su situación estratégica como punto defensivo.

En época andalusí, Martulah formaba parte de la cora o distrito de Beja. Situada en una zona entre colinas y valles, su suelo era pobre y poco apto para la agricultura, sin embargo abundaban los minerales, al igual que todo ese espacio que incluye la sierra de Huelva. En el caso de Mértola hay un factor, que la diferencia de las ciudades de los alrededores: su puerto fluvial. El río Guadiana se hace navegable, cuando sube la marea y dista de su desembocadura en el Atlántico a unos 70km.

Cuando llegó el Islam, se encontró con una impresionante ciudad romana que miraba a su río. Las fuentes son muy escasas durante los primeros años de la historia de al-Andalus.
El geógrafo al-Himyari del siglo XIV la describió así: » Martulah es un hisn de la provincia de Beja. Es uno de los castillos más sólidos e inexpugnables del occidente, se sitúa a orillas del Guadiana y sus construcciones son muy antiguas ...»
En el siglo IX algunos textos mencionan Mértola en relación con las rebeliones de aquel momento, hasta que abd ar-Rahman III logró afianzar su poder en al-Andalus, creando el califato en el 929.
A falta de fuentes escritas, es la arqueología la que nos cuenta acerca de la historia de Martulah y su población. Las piezas de cerámica halladas en diversas excavaciones nos hablan de cómo vivían, en qué trabajaban, qué comían los andalusíes de Mértola.
Martulah se hace más presente en Al-Andalus a partir de la segunda mitad del siglo XI, después de la abolición del califato Omeya, cuando Martulah recibe la denominación de madinat. El líder local de origen muladí llamado Ibn Tayfur se alzó con el poder entorno al año 1023, hasta que el rey de Sevilla al-Mutadid comenzó la expansión de su reino hacia el Algarve, anexionando Mértola a la taifa sevillana en el año 1044.

En el siglo XII Martulah fue el escenario de las revueltas dirigidas por Ibn Qasi, uno de los principales personajes del Algarve portugués. El era de origen muladí, nacido cerca de Tavira. Fundó un movimiento místico llamado los «muridun» que se alzaron contra los Almorávides. Ibn Qasi desde el castillo de Mértola se convirtió en señor del Algarve, abarcando una amplia zona bajo su control, aprovechando la debilidad y declive del imperio Almorávide. Ibn Qasi después de una estancia en el Magreb, regresa a al-Andalus con el apoyo de los Almohades, abriéndoles así el camino en al-Andalus. En un momento dado, ibn Qasi le retira su obediencia y se alza en rebeldía contra los Almohades, desde el castillo de Silves, donde murió.
Bajo los Almohades Martulah vivió su época de esplendor, gracias al proyecto de mejoras de las infraestructuras y ampliación de la medina. De esta manera se levantó la nueva mezquita situada al lado de la fortaleza. La alcazaba se amplió y se reforzaron las murallas. Si ya era una ciudad inexpugnable, bajo los Almohades lo fue más aún. Debido a su cercanía con la frontera cristiana y la presión que éstos ejercían, hizo que muchas familias de los alrededores se establecieran en Mértola al abrigo de su castillo. Por otro lado, bajo los Almohades se mejoró el comercio de importación y exportación del puerto y su conexión con el comercio mediterráneo. Todo ello provocó un efecto llamada, trayendo un gran número de familias a esta ciudad.


En este contexto se creó el barrio islámico de Mértola del que les quiero contar.
El barrio almohade está situado en la zona norte de la ciudad, al pie del castillo y muy cerca de la mezquita y el zoco. Fue muy bien planificado y construido sobre los restos del forum romano y un complejo paleocristiano, cuyos materiales fueron re-aprovechados para la construcción de las viviendas.


Se trazaron calles estrechas y adarves, así como un sistema de canalización de alcantarillado para la evacuación de aguas residuales, tales como alcantarillas, fosas sépticas y atarjeas.



Las casas se distribuyen en manzanas, donde se situaban entre dos y tres viviendas, según su tamaño. Las dimensiones oscilan entre los 45m2 y los 88m2, donde vivían entre seis y ocho personas. Las calles eran tan estrechas que un burro con su carga lo hacía con dificultad, sin embargo los gatos se movían a sus anchas manteniendo a los roedores lejos de las casas.

El material de construcción era mampostería en los zócalos, empleando la piedra de xisto, abundante en la zona. Los muros se levantaron en tapial para luego ser cubiertos con una gruesa capa de enlucido de barro mezclado con argamasa y con varias capas de cal.

El material del suelo variaba de una casa a otra o incluso de una dependencia a otra de la casa. Podemos ver la mayoría de los patios pavimentados con ladrillo o lajas de esquisto de grandes y medianas dimensiones. Las salas solían estar pavimentadas con argamasa coloreada con almagre. Las viviendas más sencillas tenían el suelo cubierto con tierra batida.
En cuanto a las cubiertas se empleó la teja de media caña o tipo árabe, sostenidas por barrotes de madera sobre los que posiblemente asentarían entramados de caña. Los tejados eran a una sola agua, inclinados hacia el interior de la casa, donde vertía el agua de lluvia en una alberca central.
Este barrio fue asentado sobre los restos del forum romano datado hacia el siglo III-IV, cuando el terreno de esta zona norte fue aplanado para la construcción de una gran plataforma artificial, para ello se construyó entre otras estructuras un criptopórtico de 32 metros de largo, que servía tanto de muralla como muro de contención de la plataforma. Se empleó piedra de xisto para su construcción, sirvió durante un tiempo como cisterna.

Durante los trabajos de excavaciones se hallaron importantes restos de un complejo religioso paleocristiano, donde llama la atención dos bellos baptisterios de forma octogonal y construidos a nivel más bajo del suelo. El área paleocristiana contiene una bellísima colección de mosaicos.

Pasemos ahora al interior de las casas:
El acceso se realizaba desde la calle o adarve a través de un zaguán. Hacia un lado se accedía a la letrina, situado en una esquina de la casa y tenía un desagüe hacia el exterior de la casa, donde vertían los residuos en una fosa séptica. Hacia el otro lado del zaguán se accedía al patio, cuya entrada estaba desplazada de la puerta de la calle para salvaguardar la intimidad del hogar.


El patio era el corazón de la casa hacia donde se abrían las habitaciones y por donde entraba la luz y el aire. En el patio se desarrollaba gran parte de la vida diaria. Solía contar con una pequeña alberca en el centro o bien un parterre para plantas aromáticas. En una esquina del patio, en la parte más baja había un pequeño agujero para desagotar el sobrante de agua de lluvia.

Las viviendas contaban, por regla general, con dos salas enfrentadas y alargadas en cuyos extremos se encontraban las alcobas. En dichas salas se reunía la familia para comer y donde se recibía a las visitas.
El barrio almohade de Mértola tiene la particularidad de que las cocinas contaban con dos espacios diferenciados y separados por un tabique no que llegaba al techo. Una zona para cocinar y otra zona para el almacenaje de alimentos.
El hogar situado a ras del suelo o bien un poco excavado en el suelo alrededor del cual se colocaban unos ladrillos. Sobre éstos se situaba el anafe u hornillo portátil, sobre el cual se colocaba lebrillos, cazuelas o marmitas.

En la pequeña zona de almacenaje se conservaban en tinajas y cántaros de diversos tamaños, los productos necesarios para la elaboración de los alimentos, como por ejemplo, harina, aceite, legumbres, salsas, miel, etc. Esta zona de almacenaje solía estar comunicada con el patio, donde había una gran tinaja, algunas, ricamente decoradas con motivos estampillados de fuerte simbolismo de protección, a base de inscripciones en árabe aludiendo a la salud y bienestar de la familia.


Ahora que ya conocemos el interior de las casas de este barrio, vamos a imaginarnos un día en la rutina de estas familias:
La rutina comenzaría con la salida del sol, después del primer rezo en la mezquita, cuando los hombres se dirigían a sus trabajos, en los talleres, en el puerto o en el campo. Las mujeres, iniciaban sus tareas domésticas en la zona de la cocina. Encendían el hogar, para ello colocaban leña seca o carbón y encendían el fuego con una planta que se llamaba «ful al-Shihal«.

Luego comenzaban a amasar el pan. En la zona de almacenaje extraían de una de las tinajas la harina necesaria. En el caso del barrio de Mértola, no había horno público, sino que se cocía en casa en ceniza o bien dentro de una marmita. Ellas elaboraban un pan de frutas. Para ello dejaban las peras, manzanas o higos secar al sol, lo trituraban y lo mezclaban con harina, lo amasaban con aceite y levadura.

La postura habitual de estas mujeres a la hora de cocinar era en cuclillas, lavaban, cortaban y guisaban las verduras, hortalizas, legumbres y frutas. Los huertos junto al río proveían a las familias de estos productos frescos. Nos podemos imaginar el rico olor a cilantro, que inundaba la casa a la hora de cocinar. Ellas sabían cocinar deliciosos platos, guisos, sopas, caldos algunos con trozos de carne, donde la verdura de temporada estaba siempre presente. El pescado fresco del río como el barbo o el esturión también era apreciado por estas familias.
La fruta preferida de estas familias eran los higos y las uvas, ya fueran frescas o secas, que las conservaban en cántaros tapados en la zona de almacenaje. En recipientes de conservación las mujeres solían tener salsas que ellas preparaban, con cierto toque agrio, obtenido a partir de uvas, vino, vinagre o naranja amarga.
El agua fresca era fundamental en las casas andalusíes y se solía conservar en grandes tinajas, ricamente decoradas con símbolos de protección, tales como inscripciones «baraka» bendición o «al-Yumn» la felicidad o la mano de Fátima.

A la hora de comer se reunían en la sala principal de la casa. La familia se acomodaba en el suelo, en círculo sobre una alfombra o estera. La mujer de la casa traía de la cocina la comida en un ataifor o marmita o cazuela, que se colocaba en el centro y cada uno se servía directamente del recipiente con ayuda de trozos de pan.

Si se trataba de sopa se usaban cuencos con cucharas de madera, o bien se servía la comida en jofainas de uso individual. El agua, conservada en jarras de cuello estrecho, era más sabrosa añadiendo unas gotitas de agua de azahar o agua de rosas y se servía en jarritas de una o dos asas.


Por las tardes y en días cálidos las mujeres solían hilar en el patio, una labor muy habitual entre las mujeres andalusíes. El sonido de la rueca, se mezclaba con la fragancia a jazmín y el frescor de la alberca, los niños harían jaleo jugando con pequeñas piezas de cerámica y los más mayores se entretenían con los juegos de mesa.


Hacia el final del día, a la caída del sol y después del rezo, las familias se retiraban a sus alcobas. Encendían los candiles de cerámica o bronce, las mujeres se despojaban de sus alhajas, pendientes de bronce o anillos de oro, que los guardaban en pequeñas arquetas de madera.
Y así me imagino que vivirían aquellas familias en el barrio islámico de Mértola.

Hacia el final de la época andalusí, hubo una segunda oleada de familias que se refugiaron en Mértola y en su barrio almohade, debido al implacable avance cristiano. Ello hizo que las amplias casas del barrio fueran convertidas en espacios habitacionales más pequeños, donde vivían acinados un elevado número de familias, hasta que Mértola fue conquistada por los cristianos hacia mediados del siglo XIII. El barrio fue abandonado y pronto arrasado. Se usó como cementerio sepultando numerosos objetos de la vida diaria de aquellas familias andalusíes.
Este yacimiento islámico tiene una historia más, cuyo protagonista es el arqueólogo, profesor e investigador Claudio Torres. El llegó a Mértola hace más de 40 años con un sueño en su maleta e inició su proyecto de vida, que consiste en la divulgación del Patrimonio, vinculado al crecimiento de la ciudad y mostrando su historia y su cultura a través de los numerosos Museos de Mértola haciendo partícipe a la población.
En 1978 fundó la institución Campo Arqueológico de Mértola, con la intención de ampliar el foco del estudio de la arqueología incluyendo en su estudio otras disciplinas, como la antropología, la sociología, la arquitectura, etc. De esta manera se fue creando un gran equipo de científicos e investigadores multidisciplinares muy involucrados en este proyecto. Desde Campo Arqueológico de Mértola se organizan visitas culturales, jornadas y congresos abiertos a todo público, publicaciones de libros y revistas. Claudio Torres recibió a lo largo de su vida varios premios y galardones, en el mes de Enero del presente año, le fue otorgada la Medalla de Mérito Cultural por el gobierno de Portugal, en reconocimiento de una vida dedicada a la investigación histórica y a la causa del Patrimonio cultural y de la arqueología. Claudio Torres hace especial hincapié en el estudio e investigación del pasado andalusí de Portugal.

Entre las científicas que forman parte de este equipo de trabajo de Campo Arqueológico de Mértola, se encuentra Susana Gómez Martínez. Ella es una investigadora incansable, especializada en arqueología medieval, la museografía y la puesta en valor y divulgación del Patrimonio. Susana nos recibió con mucho cariño en Mértola durante nuestra última visita, mostrándonos su compromiso con Campo Arqueológico de Mértola y haciéndonos sentir su estrecho vínculo con la ciudad y su gente. Muchas gracias Susana por tu hospitalidad, cariño y generosidad.

BIBLIOGRAFÍA:
– Mértola Islámica, Santiago Macías. Estudo histórico-arqueológico do bairro da Alcaçova. Campo Arqueológico de Mértola, Mértola 1996
– Mértola Museum, general catalogue. Coordinado por Susana Gómez Martínez. Campo Arqueológico de Mértola, Mértola 2014
– Arte Islámica, Museu de Mértola. Coordinación Claudio Torres y Santiago Macía. Campo Arqueológico de Mértola.
– Os signos do quotidiano, gestos, marcas e símbolos no al-Andalus. Catálogo da exposiçao. Campo Arqueológico de Mértola, 2011.
Una maravilla de trabajo, enhorabuena!!Gracias!!Muitíssimo obrigado!
Querido Manuel, muchas gracias y me alegro que te guste y me alegro de haberte conocido. Seguimos en contacto.
Completísimo y magnífico artículo, si bien es cierto que Mértola da para mucho. Enhorabuena y gracias 😀
Mi querido Alejandro, Mértola da para 4 o 5 artículos. Es una ciudad pequeña, pero repleta de cosas interesantes para mostrar. Gracias por el piropo, me da mucho ánimo sentir que gusta lo que hago. Un abrazo !
Fantástico reportaje, uno más de los que ya tiene hecho! Bravo! Le felicito!
Gracias querida amiga. Es lindo saber que el esfuerzo vale la pena. Muchas gracias siempre por tu ánimo. Un abrazo grande
Excelente artigo! Muito obrigada! Gracias.
muchas gracias Carmen, muy amable y es un placer para mí. Un abrazo grande