IBN ZAYDUN Y LA PRINCESA WALLADA

 

IBN ZAYDUN Y LA PRINCESA WALLADA

Esta es la historia de amor de dos poetas cordobeses: la bella princesa Omeya Wallada y el apuesto poeta Ibn Zaydun.
 

 

La pasión de estos poetas tuvo lugar en Córdoba, capital de al-Andalus, durante la larga y cruenta guerra civil que asoló al-Andalus. El vacío de poder, provocó que en distintas ciudades, pueblos y fortalezas se alzaran al poder dirigentes locales. La lucha encarnizada por alcanzar el trono del califato, enfrentó a dos fracciones principales: los seguidores de la dinastía Omeya, que engrosaban el estrato social de andalusíes de origen árabe y por la fracción de los seguidores de los beréberes, introducidos en al-Andalus bajo el gobierno de al-Mansur (siglo X). Es una parte de la historia de al-Andalus compleja y desoladora, por lo que no voy a seguir ahondando, para no perder el hilo de lo que quiero contarles.
 
En medio de las intrigas, traiciones y asesinatos por encargo, dos jóvenes dieron rienda suelta a sus emociones y pasiones. 
 
La princesa Wallada, era hija del califa omeya al-Mustakfi y Amina, una esclava cristiana. Tuvo una infancia feliz y una educación acorde a su rango social. La hermosa Wallada dio muestras de su carácter, cuando decidió no llevar velo, gozó de una libertad inusual para una mujer de su época. Participaba en las tertulias poéticas con los intelectuales, dando amplias muestras de su valía como poetisa. Wallada contaba con admiradores y detractores, mientras que el pueblo llano, improvisaban canciones y coplas sobre la princesa. Heredó de su padre riquezas suficientes para ser una mujer independiente. Para entonces, se había convertido ya en una prolífera poetisa, que competía con poetas y literatos.

 

 

Fue entonces, cuando decidió abrir un salón literario, en una hermosa casa, varias estancias abiertas al patio central, enseñaba a leer, escribir, recitar a las hijas de las familias ricas e iniciaba a las esclavas en el arte de la poesía y el canto. Con el tiempo, el salón literario, se convirtió en un lugar obligado de reunión para los intelectuales. Estos discutían acerca de los vaivenes de al-Andalus, la destrucción de Medina Zahra o comentaban acerca del califa de turno. Todo ello en un entorno con aroma a sándalo, disfrutando de ricos manjares y sabrosos zumos naturales. Las sirvientas de Wallada se ocupaban de todo lo relacionado con el buen funcionamiento de su salón literario, siempre bajo la atenta mirada de la princesa. Ella hacía especial hincapié en el desarrollo
de la poesía, más que en temática política. De esta manera, Wallada organizaba sesiones poéticas, donde se improvisaban versos y estrofas llenas de color, ritmo y descripciones, en un ambiente distendido envuelto en almohadones de seda, copas de vino, el suave sonido del laúd y la sutil fragancia a almizcle.

 

 

Un cronista afirmaba: “Aquel salón era lugar de reunión de los nobles del país y su patio era como un campo de carreras para los caballos de la poesía y la prosa….. mezclado eso con… la pureza de sus vestidos. Por ser, sin embargo, despreocupada y demostrar sus pasiones, la crítica se abrió camino para hablar contra ella.”
 
La bella Wallada, de cuerpo esbelto, de tez blanca, ojos azules, rubia-pelirroja  vestía a la moda de Bagdad. Llevaba bordados en los hombros de sus vestidos. En el lado izquierdo decía: “Por Allah, que merezco cualquier grandeza y sigo orgullosa mi camino.” Y en el lado derecho decía: “doy gustosa mi mejilla a mi enamorado y doy mis besos a quien los quiera.”
 
Ibn Zaydun, joven noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento acudía al salón de Wallada.
 
 
Una noche de tertulia, sus miradas se cruzaron, sus corazones comenzaron a latir como si de una danza se tratase. Ibn Zaydun encendido de amor, visitaba el salón de Wallada todos los días, sólo para contemplar la belleza de aquella extraordinaria mujer. Ella también había quedado fascinada por la penetrante mirada del poeta y el sonido grave de su voz. Se enamoraron. Comenzó así una apasionada historia de amor, que expresaron a través de la poesía:
 
 Wallada escribía estos versos dedicados a Ibn Zaydun:
 
“Espera mi visita cuando apunta la oscuridad
Pues opino que la noche es más encubridora de los secretos
Tengo algo contigo que si coincidiera con el sol
Éste no brillaría
 y si con la luna, ésta no saldría
y si con las estrellas, éstas no caminarían.”
 
 
Ibn Zaydun por su parte le contestaba:
 
“Tu amor me ha hecho celebre
entre la gente
por ti se preocupa mi corazón 
y pensamiento,
cuando tú te ausentas
nadie puede consolarme 
y cuando llegas todo el mundo está presente.”
 
 Ibn Zaydun la describe así:
 
Aquella muchacha de ojos bellos,
De fragancia deliciosa,
De aliento perfumado, de aroma penetrante,
Me tendió su fina mano, y comprendí
Que era hermosa mujer de mirada seductora.
Por su talle corre fresca sabia juvenil;
Ungida está de almizcle por su muy clara virtud.
Cuando me ofrece jazmines en la palma de su mano
Recojo estrellas brillantes de la mano de la luna.
“Tiene carácter dulce,
talle perfecto
y una gracia como el aroma
o la euforia del vino.
Me ofrece solaz su charla
Tan deleitosa como la unión amorosa
Lograda tras la ausencia.”
 
Lamentablemente, la envidia y los celos de los rivales de ibn Zaydun hicieron que esta hermosa historia se torciera. La relación fue víctima de intrigas surgidas en medio de la violencia política que imperaba en al-Andalus. Ibn Zaydun ocupaba una posición política privilegiada, y contaba entre sus enemigos con Ibn Abdús, quien envidiaba a Ibn Zaydun sobre todo por su relación con Wallada. Tramó entonces una trampa. Sobornó a una esclava de la princesa, para que sedujera a Ibn Zaydun. Éste, sin sospechar, pecó de ingenuo. La esclava de Wallada puso en marcha todas sus armas de seducción hasta que Ibn Zaydun se dejó envolver. Cuando “su presa” había caído en el engaño, apareció el visir e hizo público la supuesta traición. 
 
Wallada montó en cólera. Su orgullo estaba dolido, su prestigio dañado, su vida pública se vio salpicada por este escándalo. La hermosa princesa había sido traicionada por su gran amor. Ella no pudo o no supo perdonarlo. Ibn Zaydun desesperado, se deshizo en explicaciones y disculpas. En la corte se supo que había sido el visir Abdús quien había orquestado la conspiración. Ibn Zaydun era consciente de que su carrera política también podría correr peligro. 
Pero de momento, sólo sabía llorar por su amor, hizo todo lo posible por obtener el perdón de la hermosa princesa, pero ella no dio su brazo a torcer. Su orgullo y su fuerte carácter hicieron que el amor apasionado se tornara en odio. El poeta quedó desolado, muerto de amor, deambulaba por la calles de Córdoba completamente abatido. Ni se acercaba al salón literario, pero llegaron a sus oídos los versos que la herida Wallada le dedicó:
 
“Si hubieses hecho justicia
al amor que hay entre nosotros
no hubieses amado ni preferido a mi esclava
ni hubieses abandonado la belleza de la rama
cargada de frutos
ni te hubieses inclinado hacia la rama estéril
siendo así que tu sabes que yo soy
la luna llena en el cielo,
sin embargo, te has enamorado,
por mi desgracia, de Júpiter”
 
Ibn Zaydun arrepentido, roto de dolor, hizo lo imposible para obtener su perdón:
 
 
“Desde que estas lejos de mí,
el deseo de verte consume mi corazón
y me hace lanzar torrentes de lágrimas
mis días son ahora negros y
antes, gracias a ti, mis noches eran blancas.”
 
 
El envidioso visir Ibn Abdús no se contentó con separar a Ibn Zaydun de Wallada, sino que además, provocó su caída política en Córdoba. El apuesto poeta fue encarcelado, pero logró escapar de su celda y se refugió en Sevilla, donde gobernaba al-Mu´tadid. Ibn Zaydun se convirtió en uno de los visires más cercanos y de confianza del rey de Sevilla. 
 
La princesa Wallada, dolida, quizá por venganza se  acercó al visir Abdús, quien siempre la había deseado. Ella lo sabía, pero nunca le había dado esperanzas, sin embargo con tal de hacerle daño a ibn Zaydun cualquier maniobra le parecía buena e insuficiente al mismo tiempo. 
 
Ibn Zaydun, rehizo su vida en Sevilla, fue un excelente visir en la corte de los abbadíes. Desde Sevilla su corazón seguía latiendo por ella y su alma vibraba con su recuerdo. El eterno poeta enamorado murió en Sevilla en 1070, habiendo alcanzado la máxima reputación, poder y riqueza personal. 
 
Wallada, por su parte, vivió bajo la protección de Ibn Abdús. Con el tiempo, la bella princesa perdió su fortuna, recorrió al-Andalus exhibiendo su talento poético, en idas y venidas, que siempre la llevaban a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo, aunque sin casarse con él. Ella fue envejeciendo hasta cumplir más de 80 años. Cuentan algunos cronistas que Wallada murió en el 1091, cuando los almorávides llegaron a al-Andalus.
Así termina esta historia de amor en tiempos difíciles. Espero que les haya gustado. 

 

LIBROS

 – El libro de Magdalena Lasala «La Omeya» http://www.libreria-mundoarabe.com/wallada-la-omeya-p-5255.html

MUSICA 

Eduardo Paniagua http://www.systemrecords.co.uk/paniagua-eduardo-wallada-zaydun-p-985053.html

 
BIBLIOGRAFIA
 
Cronistas que escribieron sobre Wallada: Ibn Baskuwal, Ibn Sa´id e Ibn Bassam
 
 
–   TERESA GARULO, Diwan de las poetisas de al-Andalus, Ediciones Hiparión, Madrid 1985
–    LOPEZ DE LA PLAZA, Al-Andalus: Mujeres, Sociedad y Religión. Malaga, 1992
–    SOBH, Poetisas Arabigo-andaluzas, Granada 1994
 
INTERNET: http://www.andalucia.cc/viva/mujer/aavcordo.html
– Matilde Cabello – Escritora.
Elisa Simón

Soy argentina y vivo en España, desde que llegué me cautivó su historia andalusí. Desde entonces leo, estudio y aprendo cada día acerca de este fascinante período de la historia.

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